"Me llamo Manolito García Moreno, pero si tú entras a mi barrio y le preguntas al primer tío que pase:
- Oiga, por favor, ¿Manolito García Moreno?
El tío, una de dos, o se encoge de hombros o te suelta:
- Oiga, y a mí qué me cuenta.
Porque por Manolito García Moreno no me conoce ni el Orejones López, que es mi mejor amigo, aunque algunas veces sea un cochino y un traidor y otras, un cochino traidor, así, todo junto y con todas sus letras, pero es mi mejor amigo y mola un pegote.
En Carabanchel, que es mi barrio, por si no te lo había dicho, todo el mundo me conoce por Manolito Gafotas. Todo el mundo que me conoce, claro. Los que no me conocen no saben ni que llevo gafas desde que tenía cinco años. Ahora, que ellos se lo pierden.
Me pusieron Manolito por el camión de mi padre, y al camión le pusieron Manolito por mi padre, que se llama Manolo. A mi padre le pusieron Manolo por su padre, y así hasta el principio de los tiempos. O sea, que por si no lo sabe Steven Spielberg, el primer dinosaurio velocirraptor se llamaba Manolo, y así hasta nuestros días. Hasta el último Manolito García, que soy yo, el último mono. Así es como me llama mi madre en algunos momentos cruciales, y no me llama así porque sea una investigadora de los orígenes de la humanidad. Me llama así cuando está a punto de soltarme alguna galleta o colleja. A mí me fastidia que me llame el último mono, y a ella le fastidia que en el barrio me llamen el Gafotas. Está visto que nos fastidian cosas distintas, aunque seamos de la misma familia.
¿ CÓMO COMIENZO UNA HISTORIA ?
¿Cómo escribir el inicio de un cuento? ¿Cómo lograr un
arranque tan extraordinario que atrape al lector en el mismo inicio y no lo
suelte hasta que termine de leer?
Bueno, eso, igual que todas las cosas, tiene sus trucos.
Gabriel García Márquez dijo una vez que “las primeras tres líneas de una novela son casi tan importantes como las tres últimas”. Gabo tenía razón, pero lo que se le olvidó decir es que eso también se aplica a los relatos, cuentos y hasta a los ensayos.
Generalmente uno de los terribles obstáculos de un escritor es al inicio de un escrito. Ya tienes la idea de lo que quieres escribir y en tu mente ya desarrollaste la trama y probablemente hasta ya construiste a un personaje interesante, pero cuando te sientas frente al papel, te quedas viendo y preguntándote: ¿y ahora qué hago?
No te angusties, a todos les ha pasado.
Incluso a Gabo (nobel de literatura) le ha sucedido enfrentarse a esta situación, así que no pienses que no tienes talento o que no sirves para la narrativa, lo único que te falta es agarrarle el truco.
Déjame mostrarte algunos tipos de inicio que puedes utilizar para tu relato.
Bueno, eso, igual que todas las cosas, tiene sus trucos.
Gabriel García Márquez dijo una vez que “las primeras tres líneas de una novela son casi tan importantes como las tres últimas”. Gabo tenía razón, pero lo que se le olvidó decir es que eso también se aplica a los relatos, cuentos y hasta a los ensayos.
Generalmente uno de los terribles obstáculos de un escritor es al inicio de un escrito. Ya tienes la idea de lo que quieres escribir y en tu mente ya desarrollaste la trama y probablemente hasta ya construiste a un personaje interesante, pero cuando te sientas frente al papel, te quedas viendo y preguntándote: ¿y ahora qué hago?
No te angusties, a todos les ha pasado.
Incluso a Gabo (nobel de literatura) le ha sucedido enfrentarse a esta situación, así que no pienses que no tienes talento o que no sirves para la narrativa, lo único que te falta es agarrarle el truco.
Déjame mostrarte algunos tipos de inicio que puedes utilizar para tu relato.
1-. EL
INICIO CLÁSICO.
Típico de los cuentos de hadas es aquel que no requiere mucho esfuerzo de un lector: “Había una vez…”, “Hace mucho, mucho tiempo, en un reino muy lejano”, “Érase hace mucho…”.
También se refiere a aquel escritor que escribe sin explicar nada, pero es poco llamativo según mi opinión personal.
Doy un ejemplo de Edgar Allan Poe:
"En un desapacible anochecer del otoño de 18... me hallaba en París, gozando de la meditación taciturna y del nebuloso tabaco, en compañía de mi amigo
2-. EL INICIO ADELANTADO.
Es uno de los que más me gustan. Inician el relato mostrando una escena cargada de dramatismo que atrape al lector, pero el truco es que ese no es el verdadero inicio. Una vez enganchado el lector se regresa al pasado y se le explica que circunstancias llevaron a esa escena.
El ejemplo más espectacular es el de “Cien Años De Soledad”:
"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de 20 casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos". (García Márquez, Gabriel. Cien Años De Soledad. Página 1. 1967)
Típico de los cuentos de hadas es aquel que no requiere mucho esfuerzo de un lector: “Había una vez…”, “Hace mucho, mucho tiempo, en un reino muy lejano”, “Érase hace mucho…”.
También se refiere a aquel escritor que escribe sin explicar nada, pero es poco llamativo según mi opinión personal.
Doy un ejemplo de Edgar Allan Poe:
"En un desapacible anochecer del otoño de 18... me hallaba en París, gozando de la meditación taciturna y del nebuloso tabaco, en compañía de mi amigo
2-. EL INICIO ADELANTADO.
Es uno de los que más me gustan. Inician el relato mostrando una escena cargada de dramatismo que atrape al lector, pero el truco es que ese no es el verdadero inicio. Una vez enganchado el lector se regresa al pasado y se le explica que circunstancias llevaron a esa escena.
El ejemplo más espectacular es el de “Cien Años De Soledad”:
"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de 20 casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos". (García Márquez, Gabriel. Cien Años De Soledad. Página 1. 1967)
3-. EL INICIO EN UN PERSONAJE.
Otro recurso muy usado por los escritores es iniciar escribiendo acerca de un personaje, describiéndolo de forma física y psicológica y de allí partir a contar las aventuras de ese personaje.
Isabel Allende usa ese inicio en un cuento de su libro Cuentos de Eva Luna.
“A los once años Elena Mejías era todavía una cachorra desnutrida, con la piel sin brillo de los niños solitarios, la boca con algunos huecos por una dentición tardía, el pelo color de ratón y un esqueleto visible que parecía demasiado contundente para su tamaño y amenazaba con salirse en las rodillas y en los codos” (Allende, Isabel. Cuentos de Eva Luna. Página 11. 1989).
4-. INICIO COLOQUIAL:
El escritor utiliza esta forma de iniciar como si estuviera hablando con alguien y en seguida toma esa persona y le narra el cuento como si lo tuviera frente a frente.
Rubén Darío lo utiliza en su libro clásico Azul…:
“¡Amigo! El cielo está opaco, el aire frío, el día triste. Un cuento alegre... así como para distraer las brumosas y grises melancolías, helo aquí:” (Darío, Rubén. Azul…, Página 10, 1888)
5-. INICIO EN DESCRIPCIÓN.
El escritor nos describe el escenario donde sucederá el relato, pero no anuncia nada de lo que va a pasar ni muestra ningún personaje.
Gustavo Adolfo Bécquer nos da el ejemplo:
“Frente al establecimiento de baños de Fitero, y sobre unas rocas cortadas a pico, a cuyos pies corre el río Alhama, se ven todavía los restos abandonados de un castillo árabe, célebre en los fastos gloriosos de la Reconquista, por haber sido teatro de grandes y memorables hazañas, así por parte de los que le defendieron, como los que valerosamente clavaron sobre sus almenas el estandarte de la cruz.
De los muros no quedan más que algunos ruinosos vestigios; las piedras de la atalaya han caído unas sobre otras al foso y lo han cegado por completo; en el patio de armas crecen zarzales y matas de jaramago; por todas partes adonde se vuelven los ojos no se ven más que arcos rotos, sillares oscuros y carcomidos: aquí un lienzo de barbacana, entre cuyas hendiduras nace la hiedra; allí un torreón, que aún se tiene en pie como por milagro; más allá los postes de argamasa, con las anillas de hierro que sostenían el puente colgante” (Bécquer, Gustavo A. La Cueva de la Mora, Página 1, 1858).
UN ÚLTIMO CONSEJO:
De mi experiencia sé que los inicios demasiado largos y prolongados pueden tender a confundir al lector. Baltasar Gracián dijo: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Por eso busco que los inicios de mis relatos quepan en un párrafo o si es posible en una oración, eso produce un buen gancho.
Buena suerte, no olviden que escribir es un arte con trucos.
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