Marcelino es un niño que al nacer fue abandonado en la puerta de un convento de frailes. Es muy travieso , pero todos lo quieren; hasta le perdonan lo divertidos nombres que ha puesto a los frailes; por ejemplo, llama fray Papilla al cocinero.
Un día marcelino subió al desván y sin miedo, se dirigió al ventanillo y lo abrió. Miró enseguida adonde el Hombre estaba y lo vio en su postura de costumbre, con lo cual se llegó hasta su pie y le habló de esta manera:
-He subido porque había carne
Y pensaba para sí: "mira que si el supiera que ha habido carne tantos días y no sólo hoy"
Pero el señor nada dijo ni Marcelino le dio importancia a su silencio, sino que, sacando la carne y el pan y poniéndolos sobre la mesa, que por un milagro se tenía sobre sus pies le dijo sin mirarle:
-Conque ya podías bajarte hoy de ahí y comerte esto aquí sentado.
Y dicho y hecho, acercó hasta la mesa un sillón frailero que allí estaba, más pesado que cien mil piedras.
Entonces, el Señor movió la cabeza y le miró con gran dulzura.
Y, a poco, se bajó de la cruz y se acercó a la mesa, sin dejar de mirar a Marcelino.
¿No te da miedo?- preguntó el Señor .Pero Marcelino estaba pensando en otra cosa y, a su vez, dijo al Señor:
-¡Tendrías frío la otra noche, la de tormenta!
El señor sonrió y preguntó de nuevo:
-¿Es que no te da miedo ninguno?i
-¡No! - repuso el chico mirándolo tranquilamente.
¿Sabes? - repuso Marcelino - ; ¡ eres Dios!
José María Sánchez (fragmento)
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